lunes, 28 de marzo de 2016

La Quimera de Arezzo y el coleccionismo del primer gran duque de Toscana



La región que hoy conocemos como la Toscana, fue la cuna de la civilización etrusca, conocida como Etruria. Su historia abarca desde del siglo VIII hasta el III a.C., siglo en el cual sucumbieron ante el poderío creciente de Roma.

Destacar que pese a la gran inventiva de los autores romanos para conformar una mítica fundación de la ciudad eterna, la arqueología nos revela que Roma comenzó siendo un asentamiento etrusco en la región del Lacio, donde los primeros reyes fueron etruscos hasta la implantación de la República romana.

Las fuentes sitúan a los etruscos como un pueblo autóctono de la península itálica, el cual consiguió una gran importancia gracias a la explotación y control del comercio del metal en el Mediterráneo, esto les hizo entrar en contacto con otros pueblos de los cuales se influenciaron a la hora de desarrollar su arte (puntualizar que los pueblos antiguos no entendían el arte como lo entendemos hoy, eran objetos fabricados para un fin).

Una de las esculturas más célebres del arte etrusco es la Quimera de Arezzo. Se trata de un bronce a la cera perdida, que representa a un monstruo perteneciente a la mitología griega (mitología asimilada por etruscos y romanos), la cual contaba con tres cabezas, una de león, otra de serpiente y la tercera de cabra. Su mito está ligado al del héroe Belerofonte, el cual a lomos de su caballo alado Pegaso consiguió vencer al monstruo.

Quimera de Arezzo, Museo Arqueológico de Florencia.

Son numerosos los autores antiguos que hacen referencia a este ser mitológico, por lo que existen versiones diferentes. En esta versión etrusca observamos a una agresiva Quimera, con cuerpo y cabeza de león, cola de serpiente y con un prótomo de cabra emergiendo de un lateral del torso del felino.La escultura posiblemente represente el momento de la lucha con Belerofonte, ya que la Quimera se encuentra herida, fruto de una primera acometida del héroe. Por este motivo se cree que formaría parte de un conjunto escultórico, junto a Belerofonte a lomos de Pegaso, pero estas esculturas no aparecieron. Otra hipótesis la sitúa como guardiana de alguna tumba etrusca; a decir verdad, la  arqueología no ha conseguido desvelar cuál fue su función en el contexto de su creación, en el siglo IV a.C.

Detalle, la serpiente mordiendo un cuerno de la cabra.
La escultura se encontró sin la cola de serpiente, esta es fruto de una restauración del siglo XVIII y es por esto probablemente,por lo que erróneamente la serpiente muerde el cuerno de la cabra en vez de mostrar una actitud agresiva ante el inminente ataque de Belerofonte.

Fue a mediados del siglo XVI cuando se encontró la escultura en la ciudad de Arezzo (la antigua Arretium etrusca), en el año 1553, mientras se llevaban a cabo unas obras en la muralla de la ciudad. En ese momento la Toscana se había convertido en un gran ducado gobernado por Cosme I de Medici, el cual reclamó para su colección la escultura encontrada, llevándosela a Florencia, donde la colocó en su residencia, el Palazzo Vecchio.

Los Medici, desde su fundador Cosimo de Medici “el viejo” (1389-1464), primero en emplear la palabra Museo para definir su colección, fue una familia que destacó por su mecenazgo y afán de coleccionismo de objetos artísticos. Esto fue heredado por Cosme I (1519-1574), el cual siguió aumentando las colecciones de su familia, poniendo especial interés en el arte etrusco, ya que era un arte propio de la Toscona, empleándolo como medio para reivindicar su arte respecto a Roma.

Fue Cosme I de Medici quien encargo en 1559 a Giorgio Vasari la construcción del edificio de los Uffizi en la ciudad de Florencia, considerado como el primer edificio proyectado para ser un museo (1560-1580). Una vez concluido el edificio se instalaron allí las colecciones de la familia Medici. La Quimera fue una de las piezas que se trasladó al nuevo edificio, donde residió hasta que en 1870 fue llevada al recién inaugurado Museo Arqueologico de Florencia, donde hoy continúa.
Francesco I de Medici (1541-1587), fue el que decidió plantear la galería como exposición al público. Visitada por primera vez por un selecto grupo en 1582. No fue hasta 1769 cuando la Galería Ufizzi  abrió sus puertas oficialmente al público.


Bibliografía


BONFANTE, L., SWDDLING, J., GINBERG ALMIRÓN, M.(Traduc) El pasado legendario. Mitos EtruscosMadridakal2009
ELVIRA BARBA, M. A. Arte y mito. Manual de iconografía clásicaMadridSilex Arte2013
ELVIRA BARBA, M. A., BLANCO FREIJEIRO, A. Etruria y Roma republicanaMadridHistoria 161999
JIMENEZ, A. Las claves del  arte etrusco y romanoBarcelonaPlaneta1991

ROMERO GARCÍA, E. Breve historia de los MediciMadridNowtilus2015


Fdo.: Nerea Barquin Arbeiza 

miércoles, 23 de marzo de 2016

Los Relieves y Esculturas que encontramos en el templo funerario de Mentuhotep II: Así como otras esculturas de su reinado.

La grandeza del plano de Mentuhotep, que sufrió una serie de alteraciones durante el curso de su reinado, también puede haber estado influido por lo que sus artesanos y él vieron al norte. Hay una nueva extensión en el tratamiento de los relieves del deambulatorio en torno a la base de la pirámide o altar de techo plano, mientras que el tema del rey como esfinge o grifo hollando a sus enemigos se derivó de un templo de una pirámide del Reino Antiguo.

El tipo de relieve de las épocas anteriores al reinado de Mentuhotep continuó en su reinado con relieves con superficies muy redondeadas y un modelado de tratamiento amplio los escultores lo usaron en los santuarios de Denderan  y en un monumento de Gebelein. También se va a encontrar en los santuarios de las damas de la casa en la parte posterior del templo de Mentuhotep. Como parte de la primera construcción acometida en Deir el-Bahari. Después se acoplaran al muro entre el deambulatorio y el patio.

Relieves de estilo similar aparecen en la capilla de la Reina principal de Mentuhotep, Neferu, que fue otra de las primeras obras del reinado. Estaban esculpidos en la mampostería que recubría una cámara excavada en la roca, situada sobre la cripta de enterramiento pintada. Los fragmentos destrozados pueden unirse en parte para formar una procesión de damas dándose la mano que se encontraban en uno de los muros. Las figuras son muy altas y delgadas, desproporcionadamente largas de los pies a la cintura.

Relieves de la capilla de la Reina Neferu en Deir el Bahari.
En las decoraciones de los sarcófagos de piedra procedentes del templo de Deir el-Bahari  existen variaciones en estilo y factura. Los huecorrelieves de los ataúdes de Kawit y Aashayt se parecen a los de la capilla de Neferu y Jeti. La escena del tocado esculpida en huecorrelieve sobre el ataúd de Kawit muestra, al igual que en los relieves pronunciados, una concentración de detalles, muy exigentes, en algunas partes mientras que en otras se dejan con las superficies planas y lisas. Los rostros tratados con rigor son una muestra de épocas anteriores, al igual que las extremidades alargadas y esbeltas, se acentúan las ventanas de la nariz y los labios, mientras que el ojo rasgado se vuelve hacia el lacrimal. El equilibrado diseño de los dedos de la sirvienta, mientras trenza el cabello levantado por un alfiler, y la exageración similar de la mano con la que la dama sostiene un cuenco con leche muestran cuanto ha penetrado el espíritu precedente en el Alto Egipto.

Los escultores que debieron de trabajar en el reinado de Mentuhotep dieron amplitud al estilo en los delicados relieves del deambulatorio, en torno a la pirámide o altar plano y los pórticos inferiores del templo de Deir el-Bahari. Por desgracia estas escenas que mostraban, un ave del Nilo, una caza en el desierto, actividades en la tierra del pantano y una vivida representación de una batalla, se han roto en fragmentos tan pequeños que las composiciones no pueden restaurarse y su posición mural es incierta. Difieren en estilo de los huecorrelieves de arenisca del patios situado en la parte posterior del templo y las figuras con un dibujo en altorrelieve más estricto sobre los muros de la mampara de piedra caliza del altar colocado en la sala columnada de detrás. Muestran amplias masas de bajorrelieve con líneas muy amplias y menor recurso al detalle nimio. Este estilo se refleja en las pinturas y relieves de la tumba de Dagi, un Visir de Mentuhotep II.

También decir que en el templo funerario de Deir el-Bahari encontramos una escultura sedente totalmente, la estatua de Mentuhotep II, que apareció completamente envuelta en cinta, porque  se había efectuado un ritual sobre ella y por eso mismo adquiere un sentido especial que va más allá del sentido figurativo.
Estatua Sedente de Mentuhotep II.

El faraón aparece sentado, y vestido con el traje del jubileo, un manto corto del que apenas asoman sus manos cerradas, lleva la corona roja del Delta y se encuentra pesadamente sentado sobre un trono cúbico. Los colores conservados le dan a la estatua una mayor vivacidad (no en un sentido naturalista). También aquí, las formas cerradas y la armonía de sus diferentes partes, podrían hacer pensar en una influencia de los modelos menfitas, pero, sin embargo, el tono ha cambiado: el análisis de la anatomía del rostro y del cuerpo manifiesta que se ha querido insistir en el peso físico, dejando de lado el contrapunto intelectual a favor de la observación puntual de la realidad que marca y anima las obras menfitas.


Este mismo peso y esta misma magnificencia se vuelven a manifestar en otro conjunto de imágenes del faraón (Mentuhotep), que aparece de pie, ataviado con el mismo vestido, que decoraban la avenida de acceso al conjunto funerario.

Bibliografía: 

- GRIMAL, N. Historia del Antiguo Egipto, Akal, Madrid 2004. 
- MÁLEK, J. Y BAINES, J. Egipto: dioses, templos y faraones, Ediciones Folio, barcelona, 2000.

- STIVENSON SMITH S. Arte y Arquitectura del Antiguo Egipto, Cátedra, Madrid, 1998. 

Firmado: Diego Alfageme Laín.

lunes, 21 de marzo de 2016

El santuario de Yazilikaya, culmen del arte hitita.



En el altiplano central de la península de Anatolia se encuentra este santuario al aire libre. Fue obra de una de las civilizaciones más importantes de la antigüedad, aunque suele ser injustamente olvidada, la civilización hitita. Su historia abarca casi por completo el II milenio a. C., protagonizando un  proceso de ascenso, esplendor y decadencia en un periodo de tiempo relativamente breve.

Daremos unas pequeñas pinceladas acerca de la historia hitita. En los albores del II milenio a.C., una serie de pueblos indoeuropeos llegaron a la península de Anatolia, mezclándose con la población indígena que habitaba la región. A esta zona se la conocía históricamente como “país de hatti” (aparecen mencionados en la Biblia). Esta unión de pueblos forjó una civilización que fue evolucionando y expandiéndose  a lo largo del II milenio. Se marca la ciudad de Kussara como primera ciudad hitita, desde la cual el primer rey hitita, Anitta, consiguió dominar otras ciudades cercanas, principalmente la ciudad de Nesa. El principal enemigo de éstas era la ciudad de Hatti, la que posteriormente se convertiría en la gran capital del Imperio Hitita, en tiempos del rey Hattusili I (1650-1620), pasando a llamarse Hattusa. 

Asentados en la mitad oriental de la península, dirigieron su expansión hacia el sur, lo que provocó que entraran en conflicto con los poderes de primer orden del momento, como Asiria y Babilonia, consiguiendo someterlos. Siendo capaces también de frenar el inmenso poderío del Egipto faraónico, en los tiempos de Ramsés II.

Mapa de la región del Creciente Fertil a comienzo del s.XIII a.C.
                                          

Conformaron una civilización original, sin poseer una gran unidad interna, sin caer en el absolutismo monárquico y sin ejercer una excesiva opresión a su población (a diferencia de los grandes imperios de la época). También mostraron gran capacidad de asimilación de las creencias religiosas de los pueblos sobre los que iban imponiendo su dominio, lo que les llevo a recibir el nombre de “el país de los mil dioses”. La mentalidad hitita muestra una intrínseca flexibilidad frente a la dureza mesopotámica o egipcia.

Una vez desaparecida esta civilización, a manos de los llamados Pueblos del Mar (aunque sigue habiendo dudas de como ocurrió esto), ha sido ignorada por la historiografía. No fue hasta que un historiador y arqueólogo francés de principios del siglo XIX, Charles Texier encontró por error la ciudad de Hattusa y el santuario de Yazilikaya, hacia el año 1834, cuando se comenzó a prestar atención a la aparición de una civilización desconocida. Seria a finales del siglo XIX cuando se profundizaría en el estudio del mundo hitita.

Hablemos del gran santuario rupestre de Yazilikaya.  Localizado a escasos 2 km de la capital hitita, Hattusa, estaba comunicado con ésta por una larga vía procesional. Se encuentra en una zona donde grandes formaciones rocosas hacen las veces de altas paredes que conforman una serie de estrechos pasillos. En estas rocas se encuentran esculpidos bajorrelieves.  Adosados a estos pasillos  se situaban una serie de construcciones de las cuales únicamente conservamos los cimientos.


Vista general del santuario
Uno de los pasillos principales
Está documentado que Yazilikaya cumplió las funciones de centro ceremonial desde los inicios del mundo hitita, pero fue hacia mediados del siglo XIII a.C., entre 1275 y 1220 a.C., cuando se realizaron los relieves monumentales con las representaciones de diversas divinidades del extensísimo panteón hitita. Esta obra fue comenzada por iniciativa del monarca Hattusili III (1275-1250 a.C.) y continuada por su hijo Tudhaliya IV (1250-1220); este último es el principal protagonista de los relieves del santuario, por lo que se dedujo que su esplendor llegó bajo su gobierno.

Los relieves rupestres nos muestran una colección única de representaciones de las divinidades masculinas y femeninas del panteón hitita, y de monarcas relevantes. Son 63 dioses los representados, una pequeña muestra de los “mil dioses” que tenía el panteón hitita.
Destacaremos por su conservación un relieve que muestra lo que se ha interpretado como una procesión de doce dioses armados. Representados de perfil (como marcan los cánones del arte hitita), los cuales  portan una espada de hoja curva y sobre sus cabezas llevan un gorro cónico dentado (a más dientes, más relevancia del dios).

Doce dioses hititas
                                
En un lugar estratégicamente escogido, dentro de estas galerías naturales se encuentra uno de los bajorrelieves que representan al monarca Tudhaliya IV, el más grande de la galería principal, éste porta en su mano izquierda el báculo de mando rematado en curva, que era un símbolo de soberanía. Destacamos otro relieve en el que aparece Tudhaliya IV abrazado por el dios Sharruma.

Tudhaliya IV con el báculo de mando.  
El dios Sharruma abraza a Tudhaliya IV
                                               
Las excavaciones llevadas a cabo por los arqueólogos han revelado restos de cuerpos  incinerados en el santuario, lo que llevo a plantear la hipótesis de que se tratara de un recinto funerario destinado para la realeza hitita. En cualquier caso se trata de un lugar donde la religión y el arte hitita consiguieron una exquisita fusión con la naturaleza, donde la compleja geografía anatólica juega un papel fundamental.



Bibliografía


BLANCO FREIJEIRO, A., BERNABÉ, A., BENDALA, M. Los Hititas. Madrid: Grupo 16, D.L., 1985.
GÓMEZ LÓPEZ, C. El arte en el Próximo Oriente antiguo . Madrid: JC, D.L., 2006.
GONZÁLEZ SALAZAR, J.M. Rituales hititas : entre la magia y el culto. Madrid: Akal, D.L., 2009.
GURNEY, O.R., Herranz, A.(Traduc.). Los hititas. Barcelona: LAERTES, 1995.



Fdo.: Nerea Barquín Arbeiza


martes, 15 de marzo de 2016

El Templo Funerario de Mentuhotep II


Construido en la XI dinastía, un tiempo de renovación egipcia, teniendo bastante en común con el primer periodo dinástico que precedió al Reino Antiguo.

El gobierno de la XI dinastía no se extendió más allá de Abidos, en el Alto Egipto, el Reino Medio es fundado realmente con la unificación que lleva acabo Nebheptra Mentuhotep, tras someter al Bajo Egipto en 2052 a. C. Este rey es la figura más importante del principio del Reino Medio, él fue el constructor de la estructura que encontramos en Deir el-Bahari, su monumento funerario, en la parte occidental de Tebas. Inspiración de la reina Hatshepsut para la construcción de su templo funerario en terrazas, al lado de este pero ya en la dinastía XVII.

Templo de Mentuhotep II. (Vista aérea). 

El templo funerario de este rey consta de un elemento cuadrado, tal vez, una pirámide, en medio de una sala columnata frente a los pórticos, a la que se accede mediante unas rampas. El muro exterior de la sala o deambulatorio estaba rodeado de pilares. La apariencia del edificio cuando uno se acercaba desde el este, era de pórticos en terrazas, con patios rectangulares y con el elemento central alzándose en el techo de la superior.


Planta del templo de Mentuhotep II. 


Los primeros excavadores, afirmaron que ese elemento central, actualmente desaparecido, era una pirámide, mientras que Dieter Arnold, rechaza esta teoría, en su obra  diciendo que, lo que se encontraba en el techo de la terraza superior, era un altar de techo plano.

Las columnas del deambulatorio y del patio, posterior a éste, eran octogonales, también se usan en la sala profunda del deambulatorio. La tumba del rey se hallaba en la sala bajo la roca y se accedía a ella mediante una rampa desde el patio. Otra cámara subterránea se había excavado, al final de un largo pasillo en pendiente, la desembocadura estaba en el vasto patio que encontramos delante de éste y al cual se accedía desde una calzada al borde de los cultivos.

Alrededor del templo funerario aparecieron, como en casos anteriores, unos cementerios para los miembros de la corte. Ejemplo: tumba de un personaje llamado Antef, tumba Saft, decorada con pinturas, descubierta por una expedición arqueológica alemana en 1963, se puede fechar en los primeros años del reinado de Mentuhotep II. La fachada de ochenta metros de largo por cinco de alto, en su estado original, se encuentra también horadada por una serie de cavidades encuadradas por diez pilares.

Los recursos para esta puesta en escena son meramente arquitectónicos, ya que en la fachada no encontramos ningún tipo de representación figurativa ni inscripción.

Esta correspondencia entre, interior y exterior significa que la organización del edificio ha adquirido un nuevo sentido, aunque se inspire en el modelo de vivienda doméstica, las dimensiones que adquiere le dan un nuevo sentido.

Deir el-Bahari se encuentra cerca de la antigua necrópolis tebana, Khokhah.
La tumba es un modelo de tumba saft. Al contrario que en la arquitectura del Reino Antiguo, donde se pintaba el exterior en detrimento del interior, aquí se hace al contrario: la envoltura muraría se ha reducido al mínimo y se ha pensado la construcción para ser visitada y no para ser vista.

De la misma manera que la pirámide escalonada de Zoser, marca este templo el final de una época (el primer periodo intermedio) y abre una nueva época histórica para Egipto (el Imperio Medio).

Bibliografía: 

- GRIMAL, N. Historia del Antiguo Egipto, Akal, Madrid 2004. 
- MÁLEK, J. Y BAINES, J. Egipto: dioses, templos y faraones, Ediciones Folio, barcelona, 2000.
STIVENSON SMITH S. Arte y Arquitectura del Antiguo Egipto, Cátedra, Madrid, 1998. 

Firmado: Diego Alfageme Laín.

sábado, 12 de marzo de 2016

La Piedra Rosetta, la llave que abrió la puerta hacia el conocimiento de Egipto.



Para concluir con las primeras publicaciones relacionadas con el Museo Británico, hablaremos de la Piedra Rosetta. La pieza más visitada del museo londinense. Considerada como uno de los hallazgos más importantes de la historia de la humanidad, por tratarse de una inscripción trilingüe que fue la encargada de desvelar al mundo los misterios que rodeaban al Antiguo Egipto. Tras ella fueron al menos diecisiete las losas con inscripciones encontradas, pero la hallada en la ciudad de Rosetta siempre tendrá el privilegio de haber sido la primera.

La Piedra Rosetta está fechada en el año 196 a.C., en Menfis, antigua capital sagrada de Egipto. El país se encontraba gobernado por la dinastía Ptolemaica, desde que Alejandro Magno a su muerte repartiera su imperio entre sus generales griegos, en el 332 a. C. La losa contiene un decreto redactado en tiempos del joven gobernante Ptolomeo V, el cual heredó de su padre un país en crisis, sumido en constantes rebeliones. El decreto fue proclamado para fortalecer la figura de Ptolomeo V en el trono, con la colaboración de los sacerdotes egipcios, a los cuales les concedió una serie de beneficios, y estos a su vez reafirmaron el poder del nuevo gobernante. 

El texto fue grabado por triplicado, en tres alfabetos distintos, jeroglíficos egipcios, empleados únicamente por los sacerdotes, egipcio antiguo (llamado demótico) de uso cotidiano y griego antiguo, empleado por los dirigentes y la administración. La losa de piedra encontrada formaría parte de una estela de mayores dimensiones. Inicialmente colocada en el templo de Sais, en el Delta del Nilo, de donde fue trasladada, puede que en época de dominación bizantina, a la ciudad de Rashid, como material de construcción para formar parte del muro de una fortaleza.

En estas condiciones fue editado el decreto de Menfis, y desde ese momento la piedra ha pasado desapercibida alrededor de 2000 años, viendo pasar ante sí numerosas invasiones y gobernantes extranjeros, sin que nadie reparara en ella ni supiera leerla (el conocimiento de cómo leer jeroglíficos se perdió hacia el s. IV d.C.).

 Detalle de la Piedra Rosetta, parte superior jeroglíficos egipcios, parte inferior egipcio demótico.

Pero hablemos del descubrimiento, sin el cual nada sabríamos acerca de lo que dicta el decreto, ni de su contexto.

Llegado el año 1799, el ejército francés de Napoleón se encontraba en una campaña en Egipto. En julio de ese mismo año un grupo de militares se desplazó a la ciudad de Rishad (conocida por los franceses como Rosetta), situada en la costa, a 65km de la ciudad de Alejandria. Mientras los soldados se encontraban reforzando una antigua fortaleza egipcia, uno de ellos se topó con una piedra negra de grandes dimensiones (760 kilos para ser exactos), perfectamente pulida por una de sus caras y completamente escrita.
                        
Al ejército francés le acompañaba en su campaña un nutrido grupo de científicos, encargados de realizar un completo estudio sobre Egipto, ya que Napoleón, como buen hombre de su época, era un apasionado del mundo antiguo, en general, y de Egipto, en particular. Esto hizo que enseguida se dieran cuenta de la importancia de su hallazgo.  La piedra fue llevada al Instituto de Egipto de El Cairo, fundado en el año 1798. Allí comenzaron los estudios, pero no sería hasta veinte años después cuando se descifraría definitivamente.

La Piedra Rosetta estaba pensada para ir a París, pero esto nunca pasó. Tras la derrota francesa por parte del ejército de Nelson, la piedra acabó en manos inglesas, en las cuales aún permanece, pese a las reclamaciones por parte del gobierno egipcio. Desde 1802 se expone en el extremo sur de la Galería de Egipto del Museo Británico.

La Piedra Rosetta en el Museo Británico.
                                          
Las arduas investigaciones de los eruditos del s.XIX dieron sus frutos. Fueron muchos los que dedicaron su tiempo al estudio de la piedra, pero destacaremos a dos de ellos por sus descubrimientos clave. En primer lugar Thomas Young, físico inglés, que mediante el conocimiento del griego antiguo aprecio nombres propios en los jeroglíficos egipcios. Y en segundo lugar, Jean François Champollion, un lingüista e historiador francés, el que realmente es considerado el descifrador de la piedra Rosetta, ya que consiguió traducir todo el decreto (en torno al año 1820), basándose en los descubrimientos previos de Young. Gracias a ambos, se sentaron las bases para el entendimiento del Antiguo Egipto, abriendo las puertas para el nacimiento de un nuevo campo científico, la egiptología.

Bibliografía


Budge, E. A. Wallis. The Rosetta stone . British Museum, 1950.
MacGregor, N. La historia del mundo en 100 objetos. Barcelona: DEBATE, 2012.
Shaw, I. Historia del Antiguo Egipto. Parra Ortiz, J.M., (Traduc.) Madrid: La Esfera de los Libros, S.L., 2007.



Fdo.: Nerea Barquin Arbeiza

jueves, 10 de marzo de 2016

Ramsés II en el Museo Británico



En el departamento de arte egipcio del museo británico encontramos una de las mejores, así como de las mayores colecciones de arte egipcio, con multitud de papiros, momias y sarcófagos. En ella nos encontramos con esta estatua colosal del faraón Ramsés II o Ramesses II del 1250 a.C.

Dicha estatua está esculpida en una sola pieza y representa al sucesor de Sethos, quien con solo 25 años en el 1279 a.C ascendió al trono, donde permaneció 67 años y tuvo innumerables hijos. También fue famoso por los incontables templos que se llevaron a cabo bajo su mandato, lo que  propició que fuera conocido como Ramsés el Grande.

En la estatua que vemos en el museo, observamos cómo el escultor coloca la mirada hacia abajo, para que así se la encuentre el espectador, como si el faraón nos mirara a nosotros. También podemos ver como en la parte trasera de la escultura hayamos escritura jeroglífica donde, gracias al descubrimiento de la piedra roseta (también conservada en el museo), sabemos que aparece el nombre del faraón Ramsés II.

Esta colosal figura sacada de una sola pieza y con 7´25 toneladas de peso. Fue descubierta por Giovanni Belzoni (1778-1823), quien fue un famoso aventurero y explorador y tuvo un papel principal en la incipiente egiptología del siglo XIX. Descubre esta estatua en el 1816, él mismo nos relata en sus escritos que fue especialmente difícil sacar la obra de arte y trasladarla, algo que ya habían intentado los franceses que Napoleón envió en el siglo XVIII. Algo que produjo que la obra se rompiera y por ello hoy la vemos agujereada.


Firmado: Diego Alfageme Laín.

Los Mármoles de Elgin en el Museo Británico



Por distintos motivos el departamento de antigüedades griegas y romanas de este museo es de enorme importancia en numerosas cuestiones, no solo por las piezas reunidas y expuestas, ni por la relevancia e importancia de estas, también por las reclamaciones legales y las negociaciones políticas y diplomáticas, temas muy actuales aún hoy en día.

Este museo recoge más de la mitad de las esculturas que decoraban el Partenón. Los conocidos como mármoles de Elgin son los frisos que se conservan en el museo británico, por el nombre de Thomas Bruce, conde de Elgin.  Recoge hasta 75 metros de los casi 160 del friso original, 15 metopas y 17 figuras o fragmentos de los frontones.  La colección llegó al museo entre 1801 y 1805 tras su retirada del Partenón por orden de Thomas Bruce y se exponen desde 1939.



  Desde principios de los años 80 el gobierno griego ha dudado de la legalidad de esta exposición exigiendo su devolución y reclamando lo que creen de su propiedad. Este conjunto de mármoles fue comprado por el gobierno británico en 1816 y forman parte de su amplia colección. Grecia se ofreció a realizar un pacto con esta institución conformándose con una devolución temporal de estas obras, para reunirlas en Atenas y entregando a la institución británica una selección de su mejor arte clásico, permitiendo al museo londinense cambiar anualmente los objetos en exposición. Pero el museo Británico ha negado una y otra vez estos pactos, con motivos como la contaminación a la que se expondrían estas piezas o el precedente que representaría esto a nivel mundial.

Estas cuestiones no logran deslucir ni mucho menos el enorme valor artístico y cultural que supone este conjunto de arte. Cerca del 65% de las esculturas originales del Partenón sobreviven y se encuentran en museos de toda Europa. La mayoría de las esculturas se dividen entre el Museo de la Acrópolis en Atenas y el Museo Británico de Londres, mientras que otras de las obras de gran valor también están en manos de otros grandes museos europeos, como el Louvre y el Vaticano.

  Como cierre de estas disputas pudimos leer en la publicación del periódico “El Mundo” las declaraciones del director del Museo Británico, Neil Macgregor, ‘‘hasta la fecha nos han dejado muy claro que no las devolverían, y ése ha sido siempre el final de la conversación’’.

  Me gustaría resaltar cómo llegaron estas obras a Inglaterra, pues fue el propio Sultán en 1801 sobre el que recaía la responsabilidad, el que permitió el traslado de cualquier inscripción o escultura que no interfiriera con la obra o los muros de la ciudadela. Lo cual permitió a Elgin el saqueo del Partenón. Extrajeron esculturas que fueron transportadas por un carro de cañón de mano de los marineros y el temor a que los franceses reprimieran este acto impulsó al  rápido embarque de estas obras el 26 de Diciembre de este mismo año. Estos actos continuarían hasta el 1817.

Lo más triste de esta historia no es la desubicación de las obras, sino el maltrato sufrido en sus transportes y peor aún, el descuido que supuso su abandono en cobertizos y jardines de la casa de Elgin. Pues no sería hasta 1816 cuando se “formalizó la compra” por parte del gobierno inglés y se inició su cuidado especial para una correcta exposición.
       

Firmado: José Antonio Marqués Domenech

El Museo Británico, la conformación de las colecciones públicas



El Museo Británico. El primer museo europeo, pionero como institución pública, pensada para albergar y acercar la cultura a la sociedad.

En 1753 comienza la historia del Museo Británico. El Parlamento Británico adquirió en ese año la colección del médico, naturalista y apasionado coleccionista irlandés, sir Hans Sloane. Dicha colección albergaba alrededor de 70.000 piezas.

Ésta adquisición complementaba la previamente adquirida biblioteca de sir Robert Cotton y la colección del anticuario Robert Harley, que ya eran públicas. De esta forma se constituyó el primer museo de la historia promovido y tutelado por un Estado.

Como sede de esta nueva colección pública, se escogió un pequeño palacete del siglo XVII, Montagu House, en Bloomsbury, Londres.


La compra de este edificio y de la colección de sir Sloane por parte del Estado, se financió con una lotería pública expresamente creada para este fin. Iniciativa por parte del gobierno para alentar la conciencia pública y ciudadana del Museo.

El British Museum abrió sus puertas al público el 15 de enero de 1759. Desde ese momento hasta la actualidad el crecimiento de los fondos ha sido constante. Han sido numerosas las donaciones y adquisiciones, por lo que no procede nombrarlas todas, pero sí destacaremos dos adquisiciones transcendentales que evidenciaron la identidad del Museo Británico con el propio Estado.

Tras la victoria inglesa sobre Francia se firmó en 1801 el Tratado de Alejandría, en el cual se estipula que los restos arqueológicos hallados por el ejército francés pasarían a manos inglesas, entre ellos la Piedra Rosetta. La victoria de Nelson también trajo consigo otra importante adquisición. Los turcos se convirtieron en aliados de los británicos, por lo que Lord Elgin, el embajador inglés en Constantinopla, decide pedir permiso para desmontar y transportar los relieves del Partenón (en esa época en territorio turco). La respuesta que obtuvo el embajador fue el permiso para “llevarse cualquier resto de piedra con inscripciones o figuras […]”. Lord Elgin se las llevó a su casa, hasta que en 1816, agobiado por las deudas y el coste de mantenimiento, dona las piezas al Museo Británico.

A principios del siglo XIX, se comenzó a pensar en la necesidad de un espacio más grande para albergar las colecciones del museo, que seguían aumentando. Un edificio de mayor dignidad y tamaño. Robert Smiker, arquitecto premiado por la Royal Academy y militante en el llamado “Greek Revival”, fue el elegido para diseñar el nuevo museo. La construcción tuvo lugar entre 1852 y 1857. Previamente, en 1845, fue demolido Montagu House, en cuyo solar se levantó el edificio.


El nuevo museo respondía a los gustos neoclásicos de la época, con los que se identificaba perfectamente el arquitecto. Una gran fachada rematada por un gran frontón y atrio de enormes columnas jónicas. A imitación de un imponente templo griego, al servicio de la cultura de la humanidad.


Fdo.: Nerea Barquín Arbeiza

Bienvenidos a Desenvainando Historia, porque la cultura es nuestra arma




En primer lugar daros la bienvenida a este espacio, donde tres alumnos de Historia del Arte intentaremos acercaros y ampliar los conocimientos sobre el apasionante mundo de la arqueología, así como del coleccionismo de arte. 





BIENVENIDOS!



Nerea, Diego y José